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Carne Sola

No llamés mentiroso al sol

 

Una triste tierra ─inmune a tus congojas─ se extiende bajo tus pies.

¿Cuántos días necesitarás para ensancharte como aire en el aire?

Las constelaciones están mudas durante el día. Quizás, por la noche,

esas manchitas rojas o amarillas te digan con justicia el porvenir.

Ser, amar, adorar. Te pasaste la vida removiendo una rara arcilla.

Como las vacas estercolan y las abejas zumban. El año con cada minuto

de angustia recorre el cielo. Hay quienes apartan la mirada de las nubes.

Las ricas espigas dejaron rastrojos que ardieron en la tierra purulenta.

¡Qué lejos alumbran los pastizales patrios! ¡Qué sabrosos cantos reclamaban!

Mientras tanto un Dios vela noche y día por los campos. Hace pequeños

milagros que se arruinan en contacto con el aire.

Las cañas se cortan mejor durante la noche

 

En verano mortifican los aguijones del sol

pero los vientos frescos de la noche dan respiro.

En tu mente hace un tiempo ajeno sin embargo.

Es el minuto cegador del sueño. Afuera está el rocío.

La liebre orejuda corre por campos celestes. Parece

todo fábula que se diluye en las puertas del día.

El sueño de algo irremediable nos quita las lagañas.

Nuestras narinas recelosas ya olfatean la brisa.

Tirando piedras contra el muro

 

Mi ojo tapado pide más luz entre achicorias.

Mi ojo descubierto toca la fragilidad aparente

de lo vivo. Perdidamente me enamora la materia

declinante del mundo. Pero más devoto aun

de las cosas plenas desentierro algunas piedras.

Las arrojo una a una contra la linde atapialada.

Así pruebo la gravedad del mundo. Resonante

y misteriosa. La más dura consistencia.

Cerca se muele ajo y tomillo

 

Las cigarras roncas hacen resonar el huerto.

Niño hermoso, no confíes tanto en tu color.

Con tus canastas repletas de huevos y lirios

y flores de oloroso hinojo bajo un sol

declinante que hace crecer tu sombra.

Te consume el amor como una gripe.

Desentendida de lo que llevan tus manos

tu cabeza ardiente se pregunta si el amor

tiene algún límite.

A veces me inquieta la deriva infinita del mundo

 

Puedo volverme un cristo tragicómico que suda bajo el sol.

Vagando entre yuyales, malezas, sembrados entre lo más

y lo menos consciente de la tierra. Punteo un cardo en esta

parcela de fuerza. Extraigo de la mala hierba una chispa

de vida. No se trata de andar separando las cosas del mundo.

¡Sino de hincarles su pureza! A la hora de la siesta mi cuerpo

se abandona. Orgánico y fatal. Al porvenir.

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