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MALENTENDIDOS

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Lecturas equívocas, interpretaciones erráticas de poesías dadas a publicidad…

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Un poema de Alberto Cisnero

2-

 

es la noche que profiero y titila

sobre mi cabeza simétricamente

la constelación y en un mismo tono

de estupidez y regocijo increpo

al mar, oyendo su música intacta,

cosas finidas y compuestas por huesos

y sueños y que no han de volver

con el trémulo albor o la espuma

sucia de la marea.

 

De Ajab (C.A.B.A., Barnacle, 2016).

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     No se sabe con certeza (“se supone”), terminando el libro en el que aparece este poema, a quién pertenece la voz del sujeto poético: Ajab puede ser un vocativo sin comas, el sujeto puede tutearse a sí mismo, la voz de un muerto. Más bien se trata de una identidad múltiple que soporta una maraña de “huesos y sueños”, como se señala en este texto, una identidad monstruosa, un espacio oscuro de enunciación: el del poeta-marino-náufrago.

     La superficie del poema espejea como el agua sucia y los sentidos se llenan de ecos. Reflejos que suelen expresarse en Cisnero con la rara dicción del anacoluto, esa fractura sintáctica propia de la oralidad, del que el uso de las minúsculas resulta solidario, pero que en este poema en particular está amortiguada por el uso del polisíndeton. Pero volviendo a los ecos, se dice en el primer verso, por ejemplo, que se trata de una noche articulada, sonora, hecha de palabras, y/o se hace una referencia temporal, esto es, se habla porque es de noche, la hora (romántica) de cantar. Y así sucede a cada paso: “simétricamente” es el modo con que titilan las estrellas según una mirada irónica y/o la cabeza es una mente simétrica, con sus dudosas herramientas de ordenamiento. Lo bueno de esta fiesta del lenguaje es que no se interrumpe, si uno desea continuar, la composición de una escena nocturna que se encadena con otras a lo largo de la ficción que propone el libro.

     Desde el vamos, el poema de Cisnero nos instala en el sonido y la visión: lo que titila es el eco luminoso de las palabras en la cabeza, en el pensamiento. El verbo en primera persona unido, a través de la “y”, con uno en tercera persona sugiere que una cosa ─indeterminada─ se independiza de otra. La constelación se vuelve un eco, una red identificable, un dibujo reconocible, pero no deja de ser, al mismo tiempo, una fabulación.

     Un poema, algo tan vano como increpar al mar, posee ese “mismo tono/ de estupidez y regocijo” ─¿no es el tono de la poesía que preferimos?─ que se reconoce el sujeto, quien testimonia la vida de un instante, una eternidad fugitiva, efímera, que se perderá a plena luz del día. Ayuda el arcaísmo de “finir” y la acción moralizante de increpar (reprender, insultar) ─el poeta es, finalmente, un moralista─ para expresar esa idea melancólica de que el arte de la poesía permite ver, escuchar, en definitiva, sentir lo que irradia una vida moribunda.

 

     Diego Colomba

     Rosario, 12 de diciembre de 2019.

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